Tiempo de lectura: 5 minutosEn la conformidad de las costumbres dominantes, hay un cierto consenso generalizado que desacredita y prejuzga al recluso desde diferentes aspectos, argumentando que no debe tener contacto con los materiales de lectura, ya sea porque se lo define como un ser maligno y nocivo, irrecuperable, que no debe tener los mismos derechos que el resto de los ciudadanos en libertad; porque posee una limitada o nula intelectualidad y falta de comprensión lectora; porque directamente no cuenta con inquietudes intelectuales; porque es torpe y rudimentario; o porque el Estado no necesita invertir en los presos, entre otras consideraciones.
Archivos diarios: 17 febrero 2020
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