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Una mirada desde lo empírico y la episteme
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El hombre y la cárcel: abordaje desde el Centro de Estudios e Investigaciones Psicosociales.

Tiempo de lectura: 6 minutos

Artículo basado en el programa especial de Cárcel y Psicología Social en el programa de Radio del CEIPS (Centro de Estudios e Investigaciones Psicosociales) con la participación de la Penitenciaria, Lic Liliana IBARS y el Dr. en Psicología Social, Posdoc. Antonio ROMÁN. Conducido por la Dra. Gabriela ROMERO, Productor Prof. Diego RODRÍGUEZ DADI.

La cárcel existe cuando se requiere romper (temporal o definitivamente) el vínculo entre el agresor (delincuente) y el agredido (sociedad), evitando a través de este dispositivo de protección la interacción entre ambos. Y dentro de esta institución, fueron los métodos de coerción los que dominaron el sentido de imponer justicia, bajo distintas formas como el castigo corporal, el trabajo forzado, la privación de libertad, la mutilación física, el destierro, la pena de muerte, y la pérdida de los derechos ciudadanos, fueron y son intentos de castigar las conciencias por el desvío del orden legal por intermedio de la fuerza. Es así que mediante este tipo de instituciones totales, como lo es la cárcel, se realiza la reclusión absoluta de la persona: 24 horas de cada día de cada uno de los internos que han quedado atrapados en un tiempo incalculable; impreciso, como refiere Goffman.

Existen múltiples investigaciones que dan cuenta de los efectos patológicos para la subjetividad que el encierro tiene para personas privadas de su libertad.

Las cárceles, por las condiciones en que se encuentran, contribuyen al descenso de la calidad de vida, dado que sus infraestructuras se encuentran en mal estado, se caracterizan por altos niveles de hacinamiento, los servicios básicos de agua, sanitarios, luz son precarios por la escasez y limitada disponibilidad, y se carece de espacios para recreación. Todo esto sumado al trato discriminatorio y teñido de violencia que suelen sufrir los presidiarios, sumado a las múltiples violaciones a los derechos humanos que padecen, permite dar cuenta de que el trastorno depresivo es muy frecuente e incluso va in crescendo. En estas circunstancias, resulta sumamente necesario implementar actividades que promuevan el interés y motiven a estos individuos privados de su libertad con el afán de poder construir nuevos sentidos en esta situación.

Por su parte Díaz Cano (1997) expone que dadas las características del sistema penitenciario anteriormente expuestas, los presidiarios sufren muchas veces consecuencias somáticas, como pueden ser los problemas sensoriales y consecuencias psicosociales. Al respecto de estas últimas, refiere que los convictos deben adoptar pautas comportamentales en consonancia con el contexto penitenciario, lo cual resulta imprescindible para poder sobrevivir dentro de la cárcel.

En este aspecto, es frecuente observar que el preso utiliza un tipo de autoafirmación agresiva frente todo lo que posea una vinculación con la institución, que implica una fuerte hostilidad adaptativa hacia todo lo que provenga de la “autoridad”. Otro tipo de autoafirmación será la que emplean algunos individuos por medio de la sumisión, es decir, un sometimiento casi absoluto a las normas que plantea el régimen penitenciario.

Más adelante la autora comenta las alteraciones psíquicas más comunes e importantes en el contexto carcelario. Estos son: ausencia del control sobre la propia vida y gran estado de ansiedad. Respecto de la primera, dadas las condiciones témporo-espaciales de las cárceles, lo rutinario de las actividades y la vigilancia constante, la capacidad de elección de la persona queda reducida a la mínima expresión. El preso no puede planificar su tiempo ni sus actividades y las consecuencias de su comportamiento dependen de cómo sean evaluadas por el personal del centro. Así es como el individuo llega a tener la sensación de que no posee ningún control sobre su propia vida. A partir de este momento se dejará llevar por lo irremediable de la situación, anulando cualquier expectativa de futuro. Ante esta situación la persona recluida acaba adoptando una actitud pasiva, delegando así la responsabilidad de su propia vida en el entorno institucional. Este es uno de los aspectos que más repercusiones negativas tendrá cuando la persona sea liberada. El individuo pasa de la cárcel, donde se le dice todo lo que tiene que hacer, cómo hacerlo y dónde hacerlo, a la situación de libertad, en la que ha de tomar sus propias decisiones, planificar y dirigir su propia vida. En algunos pocos casos este “tratamiento penitenciario” opera como un ordenador en el individuo y favorece su integración social estando en libertad. La segunda alteración está unida y deriva de lo anteriormente comentado. El preso vive en la cárcel en un permanente estado de ansiedad que se traduce en un malestar constante que muchas veces puede conducir al consumo de drogas, resultando así en una pérdida total de control.

Por todos estos efectos adversos sobre la psiquis de los presos, se comprende que la búsqueda de sentido se vuelve un valor casi indispensable para poder soportar el encierro. ¿Dónde puede hallar el sentido una persona privada de su libertad de tal manera? Pero qué es el sentido, ante todo. Frankl (2003) define el sentido “como una situación concreta para una persona concreta”. De esta forma, cada persona privada de la libertad tiene una situación y cada situación tiene un significado para él. 

En este contexto es indispensable poder encontrar y desarrollar programas que mejoren la autoestima y la perspectiva de que un futuro mejor es posible en la población carcelaria. Las personas privadas de su libertad poseen un importante número de necesidades insatisfechas que se traducen en cuestiones como demanda de información, materiales didácticos, medios para la superación personal, entre otros de diversa índole (Aroqui, 2001).

Programa completo del especial de Cárcel y Psicología Social en el programa de Radio del CEIPS (Centro de Estudios e Investigaciones Psicosociales).

Referencias

Goffman, E. (1993) Estigma. La identidad deteriorada. Amorrortu Editores. Buenos Aires.

Foucault, M. (1989). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo Veintiuno.

Mérida Orozco, J. (2012) “Nivel de depresión en personas privadas de libertad (estudio realizado en la cárcel de la Comisaría 42, Policía Nacional Civil, San Marcos, S.M)”, Universidad Rafael Landívar, Facultad de Humanidades Campus de Quetzaltenango.

Díaz Cano, L. (1997) ̈El ser humano en la cárcel. Impacto del ámbito penitenciario en la persona ̈, Acontecimiento.

Román, A. (2019). Imaginarios sociales de exreclusos sobre la lectura y el sentido de la vida: la función de la biblioterapia en personas privadas de su libertad (tesis doctoral). Universidad Argentina John F. Kennedy, Argentina. Pág. 24.

Cómo citar este artículo:

Román, A. M. (2024). El hombre y la cárcel: abordaje desde el Centro de Estudios e Investigaciones Psicosociales. [Día, Mes, Año de la consulta en línea]